La otra cara de la moda rápida

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El desierto de Atacama, al norte de Chile, es el vertedero de ropa más grande del mundo: sus 300 hectáreas reciben cada año más de 45.000 toneladas de ropa desechada procedente principalmente de Estados Unidos, Europa y Asia. La ropa no se degrada fácilmente, por lo que este gigantesco vertedero textil a cielo abierto constituye un grave problema medioambiental. Y no es el único punto crítico del planeta: Ghana y Nairobi (Kenia) también son receptores de miles de toneladas de prendas desechadas por razones de moda, deterioro o exceso de producción.

Cada año se producen más de 100.000 millones de prendas y más del 70% son desechadas antes de llegar a los diez usos, según la Fundación Ellen MacArthur y la ONU. Y es que la moda rápida o low cost ha transformado el concepto que tenemos de la ropa, que ha pasado de ser un producto valioso y duradero a uno de usar y tirar.

«La presión del mercado de la moda rápida, con el lanzamiento de nuevas temporadas cada dos semanas, expone al público a volúmenes insostenibles de prendas de baja calidad y con químicos tóxicos, peligrosos para la salud de las personas que los fabrican, quienes las consumen y el medio ambiente», afirma Sabela Rubio Caamaño, responsable de voluntariado y activismo de la ONG gallega Amigas da Terra.

La industria de la moda es la segunda más contaminante después de la petrolera y uno de los principales sectores responsables del cambio climático: genera un 10% de las emisiones globales y el 20% de los vertidos de aguas residuales, según datos del Parlamento europeo. «Esta contaminación impacta directamente en el agua y la tierra: 500.000 toneladas anuales de microplásticos van a los océanos solo por el lavado de nuestra ropa», concreta Rubio.

Con la intención de salvaguardar el medio ambiente y el sector textil local, Francia ha aprobado un proyecto de ley histórico que regula por primera vez en Europa el impacto ambiental y económico de la moda rápida, con especial foco en empresas como Shein y Temu, que impondrá ecotasas, prohibiciones publicitarias y restricciones a los influencers.

«La publicidad juega un papel fundamental en el mercado de moda rápida, y plantear su prohibición parcial o total implica un esfuerzo por reducir la presión psicológica a la que se ven expuestas las personas consumidoras de renovar el armario y consumir ropa de nueva temporada a un ritmo frenético. Esto afectaría directamente a la cantidad de ropa que se consume, y por lo tanto implicaría una reducción de los residuos textiles», afirma Rubio.

Hace un par de años, los eurodiputados de la Comisión de Medio Ambiente aprobaron sus recomendaciones para que la Unión Europea adoptase medidas que garantizasen una producción textil circular, sostenible y socialmente justa, y esta misma semana, la UE consideraba crear un impuesto por los residuos que genera la producción de ropa a gran escala.

«Cualquier medida encaminada a reducir el consumismo es positiva porque este lleva a llenar el armario de prendas que al final vas a utilizar dos o tres veces, y cuya producción y transporte deja una importante huella de carbono, sin olvidar las condiciones laborales y de explotación en las que se producen estas prendas», sostiene Cristóbal López, portavoz de Ecologistas en Acción Galicia.

En este sentido, las ONG advierten de que la mayor parte del impacto ambiental y social de los productos textiles que se consumen en la Unión Europea se produce en países empobrecidos, mayoritariamente de Asia, en condiciones de explotación laboral y violación de derechos humanos como son el trabajo forzado y la explotación laboral infantil.

Otro de los grandes problemas de la moda rápida está relacionado con la venta online y las devoluciones de productos. «La mitad de la ropa que se adquiere por esta vía o bien se pierde por el camino y no llega a su destinatario o bien es devuelta. Tal vez lo que debería gravarse es el transporte, que el porte de estos productos no fuese tan barato», opina el miembro de Ecologistas en Acción.

Medida integral

López añade que estas estrategias deben ir acompañadas de un trabajo de concienciación y educación de los consumidores sobre el consumo responsable y sostenible, y de apoyo al comercio de proximidad. «Las medidas coercitivas no pueden afectar solo a un tipo de comercio al que acceden las capas con menos capacidad adquisitiva, porque en la moda prêt-à-porter y en la alta costura también hay contaminantes y huella de carbono. La estrategia tiene que ser integral e incluir acciones de sensibilización de la ciudadanía», comenta López.

Campaña en Vigo de Amigas da Terra, contra la moda rápida. / FDV

Para Amigas da Terra, la penalización ecológica del producto textil puede ayudar a combatir la sobreproducción, limitando la cantidad de temporadas y los volúmenes de ropa. «Reduciendo la cantidad de producto que la moda rápida produce sin parar, se podrán reducir parte de los residuos que esta industria genera. Esta medida puede contribuir positivamente a alcanzar objetivos como la Agenda 2030 o el plan de la UE para lograr una economía circular en 2050», afirma Rubio.

Asimismo, Amigas da Terra sostiene que no son solo las empresas chinas como Shein o Temu las responsables de que la industria textil sea una de las más contaminantes del planeta. «Inditex, Primark y H&M tienen una deuda alta con el medioambiente y las condiciones sociales y laborales», opina Rubio, para quien hay que ofrecer alternativas a este tipo de consumo de usar y tirar.

Más del 76% de los españoles relaciona la moda con aspectos negativos

Según los resultados de un sondeo realizado por CECU, el 76,6% de la población española relaciona la moda con atributos negativos y contrarios a la sostenibilidad: como moda de usar y tirar (38,9%), insostenible, contaminante (35,3%) y fabricada en condiciones injustas (32,1%). «Las personas consumidoras son cada vez más conscientes de los impactos ecosociales que genera el modelo de producción y consumo de productos textiles e intentan adaptar su comportamiento de compra para reducirlo», afirma Sabela Rubio Caamaño, responsable de voluntariado y activismo de Amigas da Terra.

Esta ONG ecologista gallega aboga por establecer requisitos de ecodiseño obligatorios enfocados a la durabilidad y reparabilidad: aumentar la calidad de los textiles es el aspecto más relevante para mantenerlos más tiempo en uso. «Asimismo, habría que fomentar un diseño enfocado al reciclaje, sustituyendo los productos químicos, la trituración de microplásticos y garantizando un reciclaje seguro», comenta.

Teniendo en cuenta la dimensión social de la industria de la moda rápida, la ONG demanda medidas que garanticen la igualdad de género, la justicia social y laboral, es decir, habría que introducir requisitos para que se cumplan las normas ambientales, sociales y laborales en los lugares de fabricación a lo largo de la cadena de suministro. «Sobre todo, hay que incidir en que se impongan condiciones de respeto de derechos sociales en la industria textil para evitar situaciones de explotación laboral en los países donde se ubican las fábricas», sostiene.

Por otra parte, sostiene que desde los gobiernos tiene que haber un apoyo efectivo a las alternativas de moda local sostenible, así como a las iniciativas comunitarias de intercambio de ropa y a los negocios tradicionales y nuevos de reparación y reutilización.

Amigas da Terra organiza intercambios de ropa en colaboración con diversos espacios sociales y culturales, para ofrecer espacios donde la gente pueda llevar la ropa que ya no quiere y coger la que necesite. «La dimensión comunitaria de estas actividades nos permite hablar con la gente sobre la problemática de la moda rápida y nos hace sentir menos presionadas por la industria», expone la activista gallega.

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