90 días para recomponer el PSOE de Extremadura

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El varapalo electoral que el PSOE de Extremadura encajó en las urnas el pasado domingo y la estocada final que ha supuesto la dimisión de Miguel Ángel Gallardo han certificado el final de un ciclo político. El partido que durante décadas sostuvo el poder autonómico se ha visto obligado a mirarse al espejo para afrontar su crisis más profunda en la historia reciente.

«Tocados, pero no hundidos», los socialistas extremeños se enfrentan ahora a la necesidad urgente de reconstruir su liderazgo y un proyecto político que «vuelva a enamorar», en palabras del propio Gallardo, y que a la vez sea capaz de recoger todas las sensibilidades internas para evitar que las viejas rencillas del pasado sigan condicionando el futuro.

La transición

Para liderar esta etapa de transición especialmente delicada, Ferraz ha optado por José Luis Quintana. El actual delegado del Gobierno en Extremadura y exalcalde de Don Benito será el presidente de la comisión gestora que sustituye a Gallardo hasta la elección del nuevo secretario general.

El delegado del Gobierno en Extremadura, José Luis Quintana, atiende a los medios. / EUROPA PRESS

Un perfil con amplia experiencia institucional pero sin un papel previo destacado en la estructura orgánica regional para proyectar neutralidad. Junto a él estarán María José Pulido, Gonzalo Romero, Carmen Yáñez, Pablo Iglesias Ordóñez, Ana María Fernández, José María Ramírez Morán e Irene Pozas.

El relevo

A partir de ahora este órgano asumirá la dirección política y organizativa del PSOE de Extremadura, con el encargo de garantizar su funcionamiento interno y convocar y supervisar los procesos orgánicos que desembocarán en la elección de la nueva Ejecutiva Regional.

Su primera misión será estabilizar la organización tras la marcha de Gallardo y abrir un proceso de reflexión sobre las causas del desplome electoral, al que seguirá una inevitable reorganización de la estructura interna: desde el ajuste del gasto hasta posibles despidos por la drástica reducción de ingresos derivada de la pérdida de peso parlamentario.

La gestora también debe abrir paso al debate sobre el liderazgo con la convocatoria de un congreso extraordinario y, previsiblemente, nuevas primarias, las terceras desde el declive iniciado en 2023 con la marcha de Guillermo Fernández Vara.

El calendario institucional

Dice el refrán que a rey muerto, rey puesto, pero en este caso la cuestión no es tan sencilla. El plazo de 90 días que los estatutos federales conceden a la gestora para recomponer el partido avanza en paralelo al 20 de abril, fecha límite para formar gobierno y evitar una repetición electoral en Extremadura.

Esta coincidencia obliga a los socialistas a abordar todas las dificultades de su reconstrucción interna en plena coyuntura institucional, con la exigencia añadida de definir en tiempo récord un liderazgo sólido que no solo ordene el partido, sino que esté en condiciones de ejercer la oposición en la Asamblea y proyectarse como nuevo candidato electoral ante la posibilidad de que Extremadura vuelva a las urnas en primavera si fracasa la investidura de María Guardiola.

La investidura de Guardiola

Ya con el debate sobre una posible abstención sobre la mesa, el primer paso será designar a un interlocutor de cara a las inminentes negociaciones para formar gobierno.

Por delante quedan también la constitución de la nueva Asamblea, la configuración del Grupo Parlamentario Socialista y la designación de su dirección, a la expectativa de quién asumirá el mando como jefe de la oposición en el Parlamento y el papel que ejercerá el propio Gallardo después de confirmar que pese a su renuncia como líder, tomará el escaño.

El aforamiento de Gallardo

La presidencia del grupo parlamentario es un puesto clave que no tiene por qué coincidir necesariamente con el de futuro secretario general, pero la experiencia reciente en torno a la polémica por la cascada de dimisiones para que Gallardo pudiera ser diputado ha dejado una lección difícil de ignorar para los socialistas extremeños.

Ahora no pueden permitirse repetir un escenario en el que el liderazgo orgánico quede desconectado del frente parlamentario y el resultado cosechado en las urnas, con una representación reducida a 18 diputados, estrecha aún más el margen de maniobra y limita el abanico de perfiles disponibles.

Por ahora, el único nombre que ha asomado públicamente es el de Blanca Martín: la presidenta de la Asamblea durante los últimos diez años y medio ha reconocido que está pensando si da el paso.

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