La musicalidad y especialmente la capacidad de moverse al compás constituyen rasgos fundamentales de la cultura humana. Durante años, los científicos han observado esta habilidad únicamente en unas pocas especies, todas ellas aprendices vocales –humanos y aves cantoras–, lo que llevó a concluir que tal tendencia estaba reservada para animales con esa capacidad específica. Los monos, por ejemplo, no aprenden vocalmente, lo que planteaba un enigma evolutivo sobre cuándo nuestros ancestros comenzaron a bailar.
Un nuevo estudio ha venido a desafiar décadas de teoría científica sobre los orígenes evolutivos del baile y la teoría de que únicamente especies con vocalizaciones complejas aprendidas podían sincronizarse espontáneamente con un ritmo musical. Porque los monos también pueden seguir el ritmo de la música y moverse al compás, según ha desvelado un estudio publicado en la revista ‘Science’.
La investigación tuvo como sujetos a dos macacos (género de primates con 22 especies, entre ellas los monos de Gibraltar) previamente entrenados para sincronizar sus golpes con el ritmo constante de un metrónomo. A diferencia de este dispositivo, que emite un clic simple y explícito al compás, la música real es compleja y el ritmo debe extraerse del sonido continuo, una tarea cognitiva considerablemente más exigente.
Seguimiento de melodías
Los investigadores querían comprobar si estos primates podían dar el salto desde la sincronización mecánica hasta el seguimiento de melodías genuinas. El estudio se estructuró en tres fases experimentales, cada una diseñada para aumentar progresivamente la complejidad del desafío.
En todas ellas, los monos recibían jugo como recompensa por completar la secuencia de golpes requerida. Cada prueba comenzaba cuando el animal colocaba su mano sobre una barra de apoyo. Al iniciar la música, una señal visual –un cuadrado amarillo que desaparecía– indicaba al macaco que debía levantar la mano y tocar un sensor táctil.
Dos macacos. / Unsplash
En el primer experimento, los investigadores entrenaron a los monos para marcar el ritmo con precisión al compás de tres piezas musicales seleccionadas cuidadosamente. Cuando los científicos cambiaron la música a medio tiempo, el ritmo de los macacos siguió el nuevo compás, manteniendo la sincronización.
Coordinados con el ritmo musical
Esto demuestra que no ejecutan simplemente una respuesta automática, sino que verdaderamente se estaban coordinando con el ritmo musical. Además, ambos animales produjeron una fase de golpeo consistente para las tres piezas, a pesar de que nunca fueron entrenados ni recompensados por hacerlo.
Para confirmar que los primates realmente se sincronizaban con la música y no respondían mecánicamente a señales visuales, los investigadores desplazaron la señal de inicio mientras mantenían la música intacta. Los patrones de golpeo de los monos cambiaron en consecuencia, siguiendo el estímulo auditivo en lugar de la señal visual. Esta diferencia en la fase de golpeo emergió ya en el segundo o tercer toque de la secuencia.
El segundo experimento elevó la apuesta. Los científicos alteraron las canciones cortándolas en fragmentos de apenas 30 milisegundos y reorganizándolas aleatoriamente, destruyendo así la estructura rítmica pero preservando las frecuencias dominantes.
‘Everybody’, de los ‘Backstreet Boys’
En ese escenario, los macacos solo se sincronizaron con el sonido cuando realmente tenían un ritmo que seguir. Aunque eran perfectamente capaces de ignorar el estímulo auditivo para resolver la tarea, eligieron sincronizarse con alguna característica del estímulo cuando la estructura temporal resultaba informativa, como ocurría con la música intacta.
Monos de Gibraltar. / Vitold Muratov
La fase final del experimento, denominada «tapping libre», resultó especialmente reveladora. Los primates escucharon ‘Everybody’, de los ‘Backstreet Boys’, reproducida a tres velocidades diferentes y fueron recompensados simplemente por mantener cualquier ritmo constante que eligieran. No existía ventaja alguna basada en recompensas para sincronizarse con el tempo real de la canción. Sin embargo, a pesar de esta libertad total, los monos siguieron el tempo de la música.
La tendencia espontánea de los animales a tocar al ritmo apropiado fue altamente consistente en ambos individuos. Es más, aunque los monos podían y frecuentemente producían otros tempos para recibir su recompensa, las fases de golpeo alcanzaban su máxima concentración únicamente cuando el macaco tocaba con intervalos que coincidían con el tempo verdadero de la canción.
Sincronización con música desconocida
«Nuestros datos revelan que el macaco es capaz de percibir el ritmo y sincronizarse con la música», apuntan los investigadores, que subrayan que esto refleja una generalización y flexibilidad mucho mayor en la percepción del ritmo de lo que se había descrito previamente y de lo que se asumía para especies sin aprendizaje vocal.
Uno de los monos incluso demostró sincronización exitosa con seis canciones nuevas que nunca había escuchado antes, lo que sugiere que incluso música desconocida puede activar las redes neuronales auditivas, motoras y de recompensa en animales entrenados para sincronizarse con el ritmo musical.
Ejemplar de macaco. / Sakurai Midori
Para explicar esta capacidad inesperada, los autores propusieron la hipótesis de los cuatro componentes, o ‘4C’. Según esta teoría, la percepción del ritmo musical no es exclusiva de los aprendices vocales, sino que surge de la combinación de cuatro habilidades generales: poder escuchar el ritmo de la música (detección auditiva), anticipar el siguiente ritmo (predicción), actuar en función de la retroalimentación (retroalimentación auditivo-motora) y la capacidad de coordinar estos procesos a través de la recompensa (refuerzo basado en recompensa).
Esta perspectiva plantea que los animales capaces de coordinar estos cuatro procesos generales pueden expresar capacidad para la percepción y sincronización del ritmo musical si hacerlo resulta gratificante.
