Retrato de los jóvenes alicantinos que abrazan el discurso de la extrema derecha: perfil, motivos y consecuencias

Compartir:

La Universidad de Alicante ha vivido esta semana una mañana que no parecía académica. Frente a la Facultad de Derecho, decenas de jóvenes aguardaban la llegada del agitador de ultraderecha Vito Quiles entre banderas de España, cánticos y un ambiente de máxima tensión. A un lado, sus seguidores, casi todos varones, entonaban el ‘Cara al sol’ y coreaban consignas racistas; al otro, un grupo de estudiantes antifascistas respondía con gritos de ‘Alacant serà la tomba del feixisme’. Entre ambos, un cordón policial que acabó cargando al final de un acto sin permiso.

Lo ocurrido en Alicante no ha sido una excepción. El día anterior, en la Universitat de València, la presencia de Quiles provocó cortes de tráfico y una guerra de banderas contenida por un fuerte dispositivo policial. En Pamplona, la Universidad de Navarra canceló su acto por seguridad ante la protesta de centenares de jóvenes de la izquierda abertzale. La gira del agitador se ha convertido así en un espejo incómodo, con un patrón que se repite: seguidores jóvenes, mayoría masculina y un clima de confrontación ideológica.

La nueva ultraderecha conecta con jóvenes que ven en ella una forma de rebeldía

El doctor en Sociología y profesor titular de la Universidad de Alicante Carlos Gómez Gil describe a estos jóvenes como «chicos resentidos»: varones frustrados, con bajos rendimientos académicos, sin expectativas vitales y hostiles hacia las mujeres, a quienes culpan de sus fracasos. «Se alimentan de redes sociales convertidas en un estercolero moderno«, advierte antes de añadir: «Un espacio sin normas donde hallan violencia, pornografía, bulos y mensajes ultraderechistas que moldean su discurso antidemocrático».

«Hablamos de chavales cada vez más derechizados, metidos en redes pero aislados socialmente»

Carlos Gómez Gil

— Doctor en Sociología y profesor titular de la UA

Anna López, doctora en Ciencia Política y autora del ensayo La extrema derecha en Europa, define a estos jóvenes como parte de una «generación neoautoritaria 2.0»: varones menores de 24 años, blancos, que sienten que se ha ido demasiado lejos en los avances sociales. «Su movilización nace en las redes, a través de memes, bromas o vídeos en TikTok que canalizan su resentimiento», expone. Según la politóloga, estos agitadores digitales copian modelos de EE UU y utilizan la provocación como estrategia de visibilidad.

Provocación

Lo que antes fue un gesto de rebeldía hacia el sistema hoy se expresa en sentido contrario. Para el consultor político y director de LaBase, Álex Comes, muchos jóvenes han hecho de la ultraderecha una forma de provocación frente al discurso dominante. «Antes lo rebelde era votar a la izquierda. Ahora, lo rebelde es votar a la extrema derecha«, explica. A su juicio, los partidos tradicionales «han descuidado a los jóvenes» y Vox «ha sabido conectar con ellos y hablarles por los canales adecuados».

«Su principal fuente de movilización y comunicación son las redes, los memes y TikTok»

Anna López

— Doctora en Ciencias Políticas

Las encuestas confirman esa tendencia. Según Adolfo López, director de Lápiz Estratégico Consulting, la intención de voto hacia la extrema derecha se ha duplicado entre los menores de 30 años. «Los jóvenes asocian sus principales problemas, empleo y vivienda, con la inmigración y la falta de oportunidades», afirma. Frente a la inacción del bipartidismo, los discursos ultras ofrecen «respuestas simples y rápidas a problemas complejos», un mensaje directo que muchos jóvenes sienten como propio.

En los campus, la atracción por estos discursos no siempre responde a una convicción ideológica profunda, sino a una necesidad de pertenencia. El profesor de Sociología en la UA Javier Ortega observa que muchos de estos jóvenes «no están politizados en sentido estricto», sino que buscan sentirse parte de un grupo que les da identidad y cohesión. Esa afinidad, dice, «se construye sobre emociones básicas como el enfado o la frustración» y se expresa sobre todo entre varones que encuentran en el discurso ultra una forma de afirmación colectiva.

Las redes sociales actúan como trampolín de mensajes autoritarios

Desde la psicología, José Pedro Espada, catedrático de la Universidad Miguel Hernández, explica que esa atracción tiene mucho de impulso emocional. «El espíritu de rebeldía juvenil siempre busca ir contra lo establecido», señala. Si en los años sesenta esa rebeldía se canalizaba hacia causas progresistas, hoy algunos jóvenes la expresan a través de discursos excluyentes que consideran alternativos. Mensajes sencillos y directos encajan en una etapa de búsqueda de identidad y de diferenciación del entorno familiar.

Varones

El componente de género atraviesa todo el fenómeno. Tanto Gómez Gil como Ortega coinciden en que la mayoría de quienes se identifican con estos discursos son varones jóvenes. En ellos, la ultraderecha encuentra un terreno fértil al ofrecer una identidad de fuerza y pertenencia frente a los avances en igualdad que muchos viven como una amenaza. La reacción es doble: rechazo hacia las mujeres y refugio en una masculinidad rígida, reforzada por el anonimato y la complicidad de las redes.

«Antes lo rebelde era votar a la izquierda, ahora lo rebelde es votar a la extrema derecha»

Álex Comes

— Consultor político y director de LaBase

En ese escenario, las redes sociales actúan como altavoz y catalizador. Anna López recuerda que ocho de cada diez jóvenes se informan a diario a través de ellas, lo que convierte a TikTok o Instagram en los nuevos foros ideológicos. Allí se difunden memes, vídeos y consignas que mezclan humor, provocación y odio. «La extrema derecha ha aprendido a comunicar con códigos que los jóvenes reconocen como propios», indica la politóloga. Un espacio donde el agitador se convierte en influencer y la política, en espectáculo.

«La precariedad en empleo y vivienda es el principal factor que explica este crecimiento»

Adolfo López

— Director de Lápiz Estratégico Consulting

Mientras tanto, los partidos tradicionales siguen sin encontrar el modo de reconectar con una generación que se siente fuera del sistema. Comes remarca que el bipartidismo «ha perdido una parte importante del voto joven hacia Vox»y que las formaciones clásicas «no han sabido escuchar ni comunicar con eficacia». Adolfo López, por su parte, apunta que el fenómeno podría ser pasajero «si los partidos logran dar respuesta a las expectativas de los jóvenes«, pero por ahora la distancia entre ambos mundos parece agrandarse. Ni los mensajes institucionales ni las campañas formales consiguen competir con la inmediatez emocional de las redes.

Frente a este escenario, los expertos apuntan que la respuesta no puede limitarse a la confrontación. Ortega defiende que «hay que construir un contrarrelato con nuevos códigos, apelando a la emoción y no solo a los datos», porque los métodos tradicionales «ya no conectan con las nuevas generaciones». Gómez Gil previene de que parte de la juventud «se está alimentando de discursos golpistas, negacionistas y de odio que dañan la convivencia».

Los partidos tradicionales no han sabido conectar con una generación que se siente fuera

Espada considera que revertir esta tendencia exige recuperar referentes y valores compartidos. «Los jóvenes necesitan modelos positivos con los que identificarse y espacios donde sentirse escuchados», sostiene. Recuerda que la desafección y el hastío no son nuevos, pero que ahora «se canalizan hacia opciones autoritarias porque no encuentran alternativas atractivas«. La clave, considera, está en reforzar la educación crítica y en fomentar el pensamiento libre frente al ruido de las redes.

Advertencia

Gómez Gil advierte de que el problema trasciende lo electoral: «Se están creando nichos generacionales que se alimentan de discursos antidemocráticos, odio y violencia». A su juicio, ese ecosistema está «dañando la convivencia» y tiene un vivero fundamental en las redes sociales, por lo que «algún día habrá que regular su actuación y su contenido» para frenar la normalización de esos mensajes.

«Muchos jóvenes buscan sentirse parte de un grupo más identitario y emocional»

Javier Ortega

— Profesor de Sociología en la UA

La idea de poner límites al descontrol digital planea sobre todos los análisis. Los expertos coinciden en que las redes se han convertido en un espacio sin normas donde la provocación y el odio se premian con atención. Ortega subraya que «no basta con apelar a la educación cívica si el mensaje contrario campa a sus anchas en internet». Anna López alerta, además, de que las estrategias comunicativas de la ultraderecha «están cada vez más coordinadas a nivel internacional«, lo que hace más urgente una respuesta conjunta desde las instituciones y los medios.

«Hasta hace poco los jóvenes rehuían de la etiqueta de ser un facha y hoy la aceptan sin ningún pudor»

José Pedro Espada

— Catedrático de Sociología en la UMH

La visita de Vito Quiles a la UA ha sido solamente un síntoma visible de un fenómeno más profundo. Bajo los cánticos y las banderas se esconde una fractura generacional que mezcla frustración, búsqueda de identidad y una comunicación política dominada por la inmediatez. Los expertos comparten que la solución no pasa por el enfrentamiento, sino por recuperar el diálogo, la educación crítica y la empatía. Solo así, concluyen, podrá evitarse que la rebeldía juvenil vuelva a confundirse con el autoritarismo.

El viraje del inconformismo juvenil al autoritarismo

El sociólogo David Martínez, profesor asociado en el Departamento de Sociología I de la Universidad de Alicante, prepara una tesis doctoral sobre el auge de la ultraderecha entre la juventud. Lo define como «el romanticismo de lo extremo», una nueva forma de rebeldía que ya no se expresa contra el sistema, sino desde dentro de él. Su punto de partida es una constatación inquietante: casi la mitad de los jóvenes del mundo duda de que la democracia sea el mejor sistema para vivir en armonía.

Martínez cita un barómetro de la Open Society Foundation, realizado en más de treinta países, que revela que el 43 % de los menores de treinta años preferiría vivir bajo otro tipo de régimen, incluso autoritario. A su juicio, este dato explica un cambio de mentalidad que va más allá de la coyuntura política y refleja una crisis de confianza en el modelo liberal. En paralelo, recuerda, los partidos de extrema derecha han pasado del 10 % al 25 % del voto en Europa, un salto que evidencia que «lo extremo» se ha normalizado como opción política.

Para comprender este giro, el investigador propone ampliar el marco clásico de las «tres P» —populismo, polarización y posverdad— con una cuarta letra: la H de hiperinformación. «Los cuatro fenómenos convergen y se retroalimentan», explica. El populismo divide el mundo entre un pueblo puro y una élite corrupta, la polarización agrava la intolerancia hacia quien piensa diferente, la posverdad diluye los hechos en un océano de opiniones y la hiperinformación convierte la abundancia de datos en confusión, dificultando distinguir entre conocimiento y ruido. Todo ello crea un terreno fértil para la desafección, el descrédito institucional y el crecimiento de discursos simplistas.

El sociólogo observa también un cambio simbólico en la rebeldía juvenil. «En 2011 lo romántico era ser un joven indignado que dormía al raso contra los recortes y en 2025 ese mismo joven se siente más cómodo en la derecha radical», resume. Ya no hay pancartas en las plazas, sino mensajes virales en TikTok o X. La crítica a las élites ha mutado en resentimiento hacia minorías vulnerables y en la nostalgia de un orden perdido. Es, dice Martínez, una rebeldía invertida que se confunde con la ira.

Estos jóvenes, advierte, viven encapsulados en burbujas digitales «antiwoke», donde solo circula la información que confirma sus prejuicios. Desconfían de los medios tradicionales, no reconocen autoridad a las instituciones y se informan casi exclusivamente por redes sociales. En ese ecosistema emergen nuevos referentes como Vito Quiles, Alvise Pérez o los agitadores norteamericanos que inspiran sus métodos. «Son los nuevos mesías del cambio», expone Martínez sobre unas figuras que otros de los expertos consultados consideran que canalizan la frustración colectiva en espectáculo y provocación.

Los investigadores insisten en que no se trata de un fenómeno aislado, ya que observan un proceso global que afecta a todas las democracias occidentales, donde el populismo, la polarización, la posverdad y la hiperinformación están redefiniendo la relación entre juventud y política. Esa mezcla está desplazando la energía contestataria hacia posiciones autoritarias, en las que la rebeldía se asocia a la exclusión y la fuerza.

Estas advertencias encajan con lo que ha ocurrido esta semana en el campus de la UA. Entre el ruido y los símbolos se manifestaba una brecha profunda que desborda a toda una generación al completo. Lo que podría parecer un simple episodio de confrontación universitaria refleja, en realidad, una tendencia más profunda: la transformación del malestar juvenil en una forma de identidad política que se alimenta de la confrontación y la inmediatez digital.

Suscríbete para seguir leyendo

También puede interesarte

Illa admite que hay un «exceso de jabalís» en Cataluña e intensificará su reducción con «respeto» a los procesos

El president Salvador Illa compagina su agenda institucional en México con la gestión virtual de la crisis de...

Córdoba: tenía pedido de captura, entró a robar, le dispararon y está internado

Un hombre de 34 años, recibió un disparo y fue trasladado al Hospital de Urgencias. El herido tenia...

Aída Nízar rechaza participar en La casa de los gemelos 2, a pesar de conseguir este sueldazo: Es una asquerosidad

La segunda edición de ‘La casa de los gemelos’, el polémico reality digital de Zona Gemelos, sigue generando...

Diego Santilli recibió al embajador de Estados Unidos en la Argentina

Diego Santilli, ministro del Interior, mantuvo este martes por la mañana una reunión con el embajador de Estados...