Kamel Daoud y Sholeh Wolpé inauguran este sábado una de las nuevas propuestas que trae Cosmopoética este año, los encuentros titulados Las afueras, que reúne a autores que, desde la periferia, ya sea geográfica, lingüística, étnica o cultural, desarrollan su propia voz y quiebran la visión mayoritaria. Aunque provienen de contextos distintos, siendo él un argelino exiliado en Francia y ella iraní-estadounidense, consiguen coincidir en temas tan humanos y tan vigentes como el exilio, el papel que puede tener la literatura para ser voz en medio del autoritarismo y las voces que históricamente han sido silenciadas y que es urgente que sean escuchadas: las de las mujeres.
Desafían el relato dominante, confrontan a la opresión y defienden el derecho a disentir y a la libertad de conciencia y de creación usando los idiomas como resistencia. Sin embargo, hay algo que les duele por igual: el exilio. Daoud lo define como «un castigo» que vive todos los días cuando se levanta y se da cuenta que no está donde él realmente quiere estar. Sueña con poder volver y ahora le es imposible porque está bajo amenaza de ser encarcelado en su país precisamente por su trabajo como autor. Aun así, estar exiliado ha sido para él «una condición fundamental y necesaria» para su escritura, que le ha servido para tener una distancia de los suyos y un punto de vista que le permite observar desde fuera.
Wolpé lo secunda: hablar sobre el exilio «es muy pesado». Ella no tuvo elección, tuvo que huir siendo muy pequeña y aunque hoy en día, siendo autora, no escriba nada político, «solo decir que las mujeres deberían ser libres es un peligro». El exilio «es una sombra, nunca puedes deshacerte de ella, no puedes cortar tu sombra», expresa y compara a la poesía y el límite de la censura con la lluvia: «Puedes usar un paraguas para parar la censura, pero no puedes parar la lluvia». Ha sido, precisamente, a través de la poesía como ha podido aprender a lidiar con ese dolor, escribiendo y usando la traducción al inglés de literatura iraní prohibida. Esa ha sido su manera de revelarse, «esa es mi resistencia», afirma.
Ese exilio no vino porque sí. En el caso de Kamel Daoud se dio tras ser amenazado por el Gobierno de su país por escribir acerca de la Guerra Civil de Argelia (1991-2002), un periodo silenciado desde el poder, mientras que Sholeh Wolpé abandonó Irán junto a su familia en calidad de refugiada cuando solo era una niña por contexto sociopolítico de la revolución islámica de 1979.
La literatura como resistencia
Kamel Daoud y Sholeh Wolpé coinciden quizás menos en el papel que puede tener la literatura en el mundo actual. Para él, la literatura «tiene la posibilidad de decir la verdad, en regímenes dictatoriales toda la información es falsa, la prensa, las estadísticas, no hay manera de acceder a información real, entonces la literatura tiene esa posibilidad y esa responsabilidad de contar la verdad», asegura, al tiempo que afirma que «es el dictador el que sabe qué importancia tiene la literatura, porque sabe por qué encierra y encarcela a los autores, a los escritores y a los poetas, porque sabe el poder que tienen». Además de servir para ver el punto de vista del otro, de ver otros ángulos y contribuir a la tolerancia, la literatura «hace posible que la gente vea lo que ocurre y ya no puede decir que no lo sabe».
Kamel Daoud durante la conversación previa al encuentro. / Luis Rivera
Pero para ella, la literatura no necesariamente refleja la verdad, porque considera que la verdad no es una y asegura que el rol «es hablar, es resistencia, comprender que ellos -los gobiernos totalitarios- no tienen el poder y el control sobre tu viaje». La escritora ha aprovechado para señalar que el fascismo y el totalitarismo «no son un sistema en sí, los puede haber en cualquier otro sistema, en democracia, en socialismo o en comunismo puede haber fascismo«.
Las voces de las mujeres silenciadas
Las voces de las mujeres han sido históricamente silenciadas. Daoud busca encontrar una manera de expresar las historias de las mujeres en el mundo árabe y particularmente en Argelia, donde muchas no tienen acceso a la literatura, a leer o escribir, sobre todo en los ámbitos más rurales y desfavorecidos. «El papel de la mujer no se cuenta, no se ha asumido la realidad que viven en el mundo árabe», considera.
Para Wolpé las voces más importantes en la actualidad son de la mujer. Cuenta que cuando era niña vivía en un mundo muy masculino, donde ella tenía voz, era constantemente silenciada y se cuestionaba por qué no podía ser tratada igual que su hermano. En este sentido, asegura que «todavía vivimos en un mundo masculino, de opresión a la mujer», y considera que «necesitamos cambiar el discurso del mundo».
Sholeh Wolpé cuenta sus experiencias y su trabajo. / Luis Rivera
La religión ha sido otro punto en el trabajo de ambos, sobre todo de Daoud, que considera que la espiritualidad «es para la gente que está en búsqueda de Dios, mientras la religión es para los que dicen que lo han encontrado», y no duda en decir que no se fía de ellos. Para él, la fe no debería ser algo colectivo, como se plantea desde la religión, sino individual y personal. Se considera profundamente laico porque ha vivido personalmente guerra en Argelia, donde «la religión se ha utilizado como arma y herramienta de poder para imponerse a otros», entonces llevar la religión a nivel público es algo que no defiende.
Sholeh Wolpé, que se considera una persona espiritual, viene de una familia donde han convivido varias religiones, incluidos musulmanes y judíos, pero para ella la religión «no viene en la sangre» y pide que la gente pueda vivir su realidad y su libertad sin imposiciones.
Verso a verso
Antes de la cita con Kamel Daoud y Sholeh Wolpé, la sala Orive acogerá a las 18.30 horas otra de las secciones del festival, Verso a verso. Se trata de lecturas poéticas colectivas para dar a conocer al público de Cosmopoética toda la rica variedad de la poesía contemporánea. En la lectura participa el poeta cordobés Pablo García Casado y la vallisoletana María Ángeles Pérez López.
