Rojo en Racing: con el apellido no se juega

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En su paso por Boca, Marcos Rojo jugó apenas 118 partidos sobre 259 posibles. Es decir, se perdió casi el 55% de los encuentros de su equipo. La mayoría de esas ausencias fueron por distintas lesiones. Varias de ellas, musculares. Y unos cuantos faltazos se dieron por sanciones. En conclusión, jugó poco y rindió bastante menos que lo que se esperaba de él. Y para colmo su salida fue más que polémica, con versiones sobre cuestiones extrafutbolísticas que incluyeron internas de vestuario. Lindo combo…

Racing, queda más que claro, no incorporó al defensor por su presente. Lo fichó por lo que alguna vez fue. Por su pasado. La fantasía o la ilusión de quienes tomaron la decisión de contratarlo es que, ahora, con la camiseta celeste y blanca, quizá pueda volver a ser aquel Rojo de Selección, una imagen que ya quedó bastante lejana en el tiempo. Tal vez la similitud en los colores actúe como mágica inspiración. En el fútbol, lo sabemos, todo puede ocurrir.

Marcos Rojo y el festejo de su recordado gol a Nigeria en el Mundial 2018.

Seguramente, la decisión más atinada de la dirigencia del club de Avellaneda fue hacerle firmar un contrato por productividad. El sueldo del defensor estará atado a sus presencias. Si no juega, no cobra. Parece lógico por sus antecedentes en La Boca.

El tiempo, como ocurre siempre, confirmará si este Racing con aspiraciones coperas logra recuperar al mejor Rojo, al defensor de jerarquía campeón de la Libertadores con Estudiantes, hombre de Selección con dos Mundiales en la espalda e integrante de un peso pesado a nivel mundial como el Manchester United. El actual Rojo, el de su reciente versión con la azul y amarilla, no despierta mucha expectativa que digamos.

Rojo y una de sus tantas expulsiones en Boca: en un superclásico ante River.

Y para los que sostienen que el equipo de Gustavo Costas necesitaba a un líder, primero habría que definir con exactitud qué es un líder y diferenciar uno positivo de otro negativo. Una cosa es tener voz de mando, manejar a la última línea para saber cuándo presionar y cuándo replegar, conducir y filtrar pases, y fuera del campo dar el ejemplo con su profesionalismo. Otra cosa, en cambio, es patotear rivales y convivir peligrosamente con la expulsión, intervenir en todo tumulto que se arme, no estar en condiciones físicas de rendir y creer que puede jugar con el apellido. Justamente el que Racing intenta ocultar por el folclore futbolero pero, paradójicamente, el principal motivo por el cual lo contrataron.

A los 35 años, Marcos Rojo afronta en su llegada a Racing todo un desafío en lo personal: definir qué imagen de líder quiere mostrar en el tramo final de su carrera.

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