En diálogo con Canal E, Cristian Klingbel, exproductor yerbatero y tealero, contó su historia de abandono forzado del sector por la falta de rentabilidad y la ausencia de políticas para las economías regionales. “Tuve que dejar la yerba y el té porque ya no hay rentabilidad«, mencionó.
El productor que dejó de producir
“Lamentablemente uno no le encuentra una posibilidad de seguir teniendo un mínimo de rentabilidad para garantizar una vida digna para mí y mi familia”, expresó con pesar el entrevistado, quien trabajó casi dos décadas en la producción de yerba mate y té. Su salida del sector refleja una situación que atraviesan cientos de pequeños y medianos productores.
Aunque el Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM) informó un repunte del 16% en las ventas en el primer semestre de 2025, con más de 22 millones de kilos comercializados, el crecimiento no se traduce en beneficios para quienes están en el campo. “Aunque tengamos buena noticia de repunte en el consumo interno y un buen nivel de exportación, los costos no paran de subir y se pone cada vez más difícil”, sostuvo Klingbel.
Una caída sostenida y sin freno
“El año pasado tocamos un techo de casi 400 pesos por kilo de hoja verde, hoy estamos en 260, y con plazos de hasta 120 días”, denunció el exproductor, señalando además que los requisitos de calidad se han vuelto más exigentes, lo que afecta los rendimientos.
“Llega un momento en que tenés que elegir entre invertir de nuevo o vivir”, señaló, destacando que muchos productores ya no tienen margen para invertir en fertilizantes ni en renovar maquinaria. En su caso, el cambio fue abrupto: de la chacra al taller. “Volví a trabajar en la mecánica pesada. Gracias a Dios tengo herramientas y conocimiento, pero fue un volantazo muy grande”.
También advirtió una migración creciente de mano de obra calificada hacia Brasil: “Los tareferos también se están yendo porque no cubren un ingreso mínimo”.
Frente a la falta de políticas activas, Klingbel no dudó en afirmar: “No hubo una sola medida que nos favorezca: ni quita de impuestos, ni crédito accesible, ni un dólar competitivo para exportar”.
El precio de abandonar el agro
Klingbel no solo lamenta lo económico, sino lo emocional: “Duele dejar parada una máquina para cosechar té, duele dejar el camión, y duele dejar sin trabajo a quienes hacían tareas temporales conmigo”. Tras casi dos décadas en el rubro, fue claro: “Nos empujan a la timba financiera. Hoy con 40 millones, en vez de invertir en el campo, hacés más plata comprando dólares”.
Respecto a las perspectivas de volver, fue contundente: “Para eso el gobierno tendría que dar un volantazo muy grande en su plan económico”. Y cerró con una crítica estructural: “Tenemos gobiernos que no entienden al sector productivo porque no vienen de él”.