De Lisboa a Valencia, manual de instrucciones de la locura flickniana

Compartir:

«Hemos herido al Barcelona, pero no de muerte… Y se han revuelto para ganar». En la voz de Julián Calero se adivinaba, sin disimulo alguno, el dolor de la derrota inesperada. Y en el tiempo añadido, sin margen alguno para poder reaccionar después de haber pensado durante una hora que el Barça estaba herido realmente de muerte.

Pero el Levante, la última víctima de la locura ‘flickniana’, no olvidará esa furia que empezó a abatirle cuando el dulce pie derecho de Pedri se transformó en un arma de destrucción masiva abriendo el camino para la quinta remontada en ocho meses, transformada ya en una de las señas de identidad del técnico alemán.

El Barça de Flick, un técnico tan intervencionista en la pizarra inicial -no le salió bien la apuesta por Rashford, Casadó y Raphinha de media punta- como valiente desde la banda –terminó con un 3-3-4, jugando con un doble ‘nueve’ (Ferran Torres y Lewandowski)-, se distingue por vivir en la cornisa cuando practica el fuera de juego a 50 metros de la portería de Joan Garcia, un meta que se está acostumbrando, y muy bien, a ese vértigo.

El 4-5 al Benfica, origen de todo

Hasta en seis ocasiones cayó en posición ilegal el Levante, uno de los equipos que mejor ha atacado la espalda de la zaga azulgrana. Pero ni así ganó al campeón, atrapado en ese torbellino que se ya se ha llevado antes por delante a Benfica -en Lisboa y aquel inolvidable 4-5 empezó todo-, Atlético de Madrid (2-4), Celta (4-3) y Madrid (4-3).

Raphinha festeja el decisivo quinto gol que le da el triunfo al Barça en Lisboa sobre el Benfica. / Ap / Armando Franca

Era ese, el indestructible gen ganador blanco, capaz de frustrar a rivales y aficionados enemigos porque en el último suspiro lograba victorias que parecían utópicas, patrimonio casi exclusivo de los habitantes del Bernabéu. Y el Barça de Flick le ha arrebatado ese patrimonio al Madrid en los ocho últimos meses donde no solo ha firmado esos cinco enloquecidos triunfos sino que ha dejado también momentos inolvidables.

Primero, el descontrol defensivo; luego, la furia

Son las tres ‘casi remontadas’ y tienen algo en común con las de verdad. Al Barça no le importa el rival. Ni siquiera el escenario. De repente, entra en combustión y es capaz de sortear un 0-2 del Atlético en Montjuïc (Copa del Rey) para alcanzar un 4-4.

Idéntica terapia tuvo en su respuesta al Inter en la semifinal de la Champions en la montaña olímpica: de un 0-2 adverso al 3-3. O en San Siro, en el partido de vuelta, cuando logró empatar en el tiempo reglamentario llegando al 3-3 tras empezar perdiendo, de nuevo por 2-0.

El disparo de Morales, el delantero del Levante, topa con el cuerpo de Joan Garcia, el portero del Espanyol. / Efe / Manuel Bruque

El manual de instrucciones de las remontadas azulgranas tiene en común el descontrol defensivo -con Iñigo o sin Iñigo- previo. Pocos recuerdan ahora la decisiva doble parada de Joan Garcia, ya con el 2-2 en el marcador frustrando la esperanza de Morales y Brugué, prólogo de la furia ofensiva que se desata minimizando a todo aquel que osa cruzarse en su camino.

«Siempre me dicen que chute. Ya había probado, pero hice un disparo de prebenjamines en la primera mitad»

En Pedri, el faro que iluminó el cambio en el Ciutat de Valencia, se sintetiza todo. «Siempre me dicen que chute. Ya había probado, pero hice un disparo de prebenjamines en la primera mitad», reveló el canario. En la segunda, en cambio, se inventó un derechazo monumental para levantar un partido que estaba perdido.

Fue a la salida de un córner, aunque no debería contar como jugada de estrategia porque nada de peligro había en ese balón intrascendente que le suministró Lamine Yamal al centrocampista canario. No era una asistencia.

Era simplemente un pase, convertido de forma fulminante por Pedri en una maravilla de gol porque transitó por la poblada área del Levante (Pablo Cuñat, el meta, estaba protegido por hasta ocho defensas) con una velocidad supersónica.

Cambios atrevidos

Abierta la puerta, entró el desatado Barça de Flick, atrevido en el campo, ambicioso desde el banquillo ya que ni el 2-2 le servía. De ahí que el técnico quitara a Araujo y Balde (central diestro y lateral zurdo) para colocar en el último cuarto de hora a Christensen (central diestro) y Lewandowski (delantero centro) cerrando atrás con solo tres defensas tal si fuera Hansi el más cruyffista de todos.

«Había que sacar el carácter y ese gen ganador que tenemos», proclamó luego orgulloso Ferran Torres, autor del segundo tanto, este sí a balón parado. Córner servido por Raphinha desde el flanco derecho y remate, al primer toque con la pierna derecha y en posición acrobática aprovechando un bloqueo previo de Pau Cubarsí, para demostrarle al Levante que ni con 2-0 tenía el partido en su mano como creía.

Flick da instrucciones a sus jugadores en una pausa de hidratación durante el duelo con el Levante. / Ap / Alberto Saiz

«Al final, el míster nos ha dado un par de matices tácticos en el descanso porque no estábamos bien posicionados y nos dijo, sobre todo que lo más importante que debíamos que sacar ese carácter que tenemos. Los hemos sometido muy bien en la segunda parte y hemos sido muy efectivos», reiteró Ferran Torres.

«Al final, el míster nos ha dado un par de matices tácticos en el descanso porque no estábamos bien posicionados y nos dijo, sobre todo, que lo más importante que debíamos que sacar ese carácter que tenemos»

Ferran Torres

— Jugador del Barça

Pero con el carácter solo no basta. Se necesita fútbol. Se requiere de Pedri y su creatividad sin fin. Resulta imprescindible que Lamine Yamal, a pesar de no estar fino (dos balones perdidos en la primera mitad fueron el origen de los dos goles del Levante, castigados los azulgranas por su debilidad en las transiciones defensivas, débiles e inertes, continúe siendo perseverante hasta el último instante.

«Son tan buenos que te someten tanto que te llevan a un desgaste altísimo», confesó desolado Morales, que transitó de la euforia de la primera parte al desencanto de la segunda.

Fue entonces cuando un centro de Lamine (minuto 90.38), agotado como andaba el Levante (recibió 26 disparos en contra), convirtió a Elgezabal, tras un involuntario cabezazo, en el último protagonista de otra remontada del Barça de Flick, inoculado ya ese nuevo gen en su cuerpo.

Suscríbete para seguir leyendo

También puede interesarte