Un sanitario explica por qué estamos cansados cuando hace calor: No queda energía para nada más

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España está encarando el final de una de las olas de calor más extremas de su historia reciente. Con temperaturas que han llegado a superar los 45 grados en municipios como La Rambla o Montoro, en Córdoba, las consecuencias han sido devastadoras: según los datos oficiales en la provincia han fallecido cuatro personas este verano por golpes de calor, mientras que en toda Andalucía la cifra asciende ya a ocho.

La última víctima confirmada ha sido Manuel Ariza Serrano, vecino de La Rambla, exconcejal socialista y dirigente sindical de UGT. Según confirmaba la Junta de Andalucía y el propio Ayuntamiento de la localidad, Ariza salió a pasear por la mañana y fue encontrado desfallecido al mediodía en un camino. Murió horas después en el hospital. El consistorio ha lamentado la pérdida de un vecino «muy destacado y comprometido con la sociedad rambleña», al tiempo que ha pedido a la población extremar las precauciones ante las altas temperaturas.

De hecho según el Instituto Carlos III en la provincia de Córdoba habrían fallecido desde el 21 de junio hasta el 16 de agosto 163 personas por causas atribuibles al calor extremo, la mayoría de ellas, 146, mayores de 65 años.

Qué le ocurre a nuestro cuerpo cuando tenemos calor

Los expertos coinciden en que, si queremos evitar nuevas tragedias, debemos aprender a escuchar lo que nuestro propio cuerpo nos está diciendo cuando suben los termómetros. El calor no solo genera incomodidad: también activa un proceso fisiológico que, si se prolonga o no se maneja bien, puede derivar en un golpe de calor.

El farmacéutico Fernández, muy seguido en redes sociales, ha compartido en su cuenta de TikTok una explicación que ha conectado con miles de usuarios porque refleja lo que muchos sentimos estos días: ese cansancio extremo, esa apatía y esa sensación de estar “muertos en vida” durante las olas de calor.

Según explica, la clave está en el esfuerzo que hace nuestro organismo para mantener una temperatura corporal normal y evitar que los órganos vitales colapsen.

Ese esfuerzo provoca que los vasos sanguíneos se ensanchen, lo que reduce la presión arterial y hace que la sangre circule con menos fuerza.

A esto se suma que sudamos en exceso, lo que nos lleva a la deshidratación, y con el sudor se pierden minerales como el sodio y el magnesio, agravando todavía más el agotamiento.

Todo ello hace que apenas quede energía para otras funciones y es por eso que muchas personas, incluso después de dormir, sienten que se vuelven a acostar a la mínima ocasión.

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