Merz se asoma a la reválida de sus 100 días al frente del Gobierno de Alemania abocado al suspenso

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¿Está capacitado Friedrich Merz para dirigir el Gobierno de Alemania y para resolver las crisis que se le presentan? El próximo día 14 se cumplen 100 días de su llegada a la Cancillería al frente de la alianza entre su bloque conservador y los socialdemócratas. Ante esa especie de reválida, sus compatriotas le colocan en la franja del suspenso. Un 69% de los ciudadanos está insatisfecho con su Ejecutivo, según una encuesta de la televisión pública ARD. Apenas un 29% aprueba su gestión. Su coalición se ha visto sacudida por varias crisis y hasta un disenso grave respecto a una institución muy respetada por los alemanes, el Tribunal Constitucional. A ello se suma la falta de recetas sólidas frente a crisis internacionales, sea la guerra de Ucrania o la ofensiva israelí sobre Gaza. La ansiada reactivación económica se demora y crece la incertidumbre ante los efectos de los aranceles de Donald Trump en el motor exportador alemán.

La legislatura de Merz tuvo un arranque accidentado, el 6 de mayo. Relevaba a la naufragada coalición entre socialdemócratas, verdes y liberales de Olaf Scholz que derivó en elecciones anticipadas. Su propósito era exhibir solidez. Pero por primera vez en la historia del país, no logró los apoyos precisos para ser elegido canciller en la primera vuelta por el Bundestag (Parlamento). Entre conservadores y socialdemócratas suman 328 escaños y apenas obtuvo el respaldo de 310. A la segunda ronda sí les salieron los números. Quedó así en entredicho la capacidad del jefe del grupo parlamentario conservador, Jens Spahn, para dominar sus filas.

Conflicto inédito

Mucho peor fue la situación creada por el bloqueo conservador a la elección de la jurista Frauke Brosius-Gersdorf, propuesta por los socialdemócratas para una de las inminentes vacantes del Constitucional. Se generó el siguiente conflicto inédito en el país, en que jugaron un papel relevante los bulos lanzados por la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) contra la candidata. Se la definía como furibunda partidaria de legalizar el aborto hasta el día antes del nacimiento y se le daba perfil de activista de izquierdas. El hostigamiento a la jueza progresista creció, sin que el bloque conservador lo desactivara ni los socialdemócratas le retirasen su apoyo. Finalmente la jurista renunció para no generar mayores males. Para el jefe del grupo socialdemócrata, Matthias Miersch, lo ocurrido cuestiona «la capacidad de resistencia» de la coalición de Merz.

Hay una tercera crisis con perspectivas de enquistarse: la obsesión de Merz por recortar subsidios, empezando por uno básico al que tienen acceso los refugiados ucranianos, al igual que los alemanes cuyos ingresos o ayudas no les alcanzan para vivir. Son 563 euros por cada adulto, que se suman a apoyos a la vivienda o la familia y que, según Merz, favorecen la gandulería de quienes prefieren subsistir bajo mínimos a trabajar. Lo perciben unos 5,5 millones de personas, la mitad de las cuales no tienen nacionalidad alemana. Suprimir ese subsidio para los ucranianos fue una de las promesas electorales de Merz. El pacto de coalición mantiene ese subsidio, aunque con algunos retoques. Desde las filas conservadoras se insiste en suprimirlo, una ambición compartida por la AfD, partido prorruso, además de xenófobo.

Giro sobre Gaza y expulsiones en caliente

No había atentido hasta ahora Merz a las presiones de sus socios socialdemócratas para reconsiderar el apoyo incondicional a Israel mantenido desde hace décadas por Alemania por razones de responsabilidad histórica. Al propósito de tomar el control sobre Gaza de Binyamín Netanyahu ha respondido el canciller suspendiendo la entrega de armamento susceptible de ser empleado en su ofensiva sobre Gaza. Es, desde la perspectiva de Merz, un giro radical. Pero lo que lima aristas con los socialdemócratas abre más grietas con la Unión Socialcristiana de Baviera (CSU), brazo regional del bloque conservador de Merz, que lo considera ‘un grave error’, atentatorio contra la ‘razón de Estado’ en que sustentan el apoyo a Israel.

La decisión de Merz paliará el menos el aislamiento en que estaba cayendo Alemania frente importantes socios de la UE por no sustentar las sanciones contra Israel. Un 80 % de los ciudadanos alemanes reprueban, además, el proceder de Israel en Gaza.

En materia de asilo, Merz ha llevado a la práctica su promesa electoral de practicar las devoluciones en caliente en la frontera como instrumento para frenar la inmigración irregular. Alemania sigue ahí la línea de mano dura en materia migratoria dominante a escala europea. Pero al mismo tiempo Merz admite que los controles en todas las fronteras implantados por su Gobierno no pueden eternizarse. No solo por el zarpazo que da al espacio Schengen, sino porque convierten en un vía crucis el paso diario de trabajadores entre países vecinos, además del transporte por carretera de mercancías.

El rearme como clave para la reactivación económica

Merz delegó en su compatriota y correligionaria Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea, la negociación con Trump de unos aranceles que atentan a sectores clave para las exportaciones alemanas, la automoción y el acero. Ambos sectores estaban ya en una crisis profunda, presionados especialmente por la competencia china. Se ha amparado así en las competencias de la Comisión para esa negociación a escala europea y evitado un pulso con el presidente estadounidense. Ahonda así su línea de sumisión al gran aliado transatlántico. Hoy por hoy, solo un 35% de sus conciudadanos le ve como un defensor de los intereses alemanes, según el sondeo de la ARD. Un 65% se muestra preocupado o muy preocupado por la economía alemana, que arrastra ya dos años en recesión y a la que se pronostica un estancamiento este 2025.

Las expectativas de reactivación proceden principalmente del rearme. El objetivo declarado de Merz es dotar a Alemania del mayor ejército convencional de Europa. El gasto en defensa está ya liberado del freno a la deuda que bloqueó sus inversiones. A ello se suma el compromiso de Merz de situarse para 2029 en un 3,5% del PIB en gasto básico militar, más otro 1,5% en otras inversiones en seguridad. Se coloca también ahí en la línea de los aliados obedientes a las exigencias de Trump. Sin embargo, amenaza chocar con Von der Leyen, miembro de la CDU que él lidera, impulsora de un concepto de rearme europeo, no de iniciativas nacionales.

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