Grabois y las elecciones legislativas: maquillaje a un peronismo que no para de defraudar

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La rosca peronista bonaerense transcurrirá con furia hasta las 00hs del viernes. A nadie entusiasma la rosca más que a los que se juegan lugares de poder en ella y a algún que otro analista político. Esto lo leyó bien Patria Grande y optó por una participación peculiar en la interna: la rechazan, la escupen, pero a la vez, quieren que encabece Juan Grabois, o al menos no quedar humillados debajo del extraidor, luego candidato a presidente Sergio Massa.

En Ciudad de Buenos Aires, donde cerraron alianzas el miércoles, ya no se juntaron. Habrá que ver si hay una sorpresa de último momento en provincia de Buenos Aires. Si no, esperar hasta el 17 de agosto, cuando se presenten las listas de candidatos. O sea que todavía podría aparecer el nombre de Juan Grabois en la misma lista que la de Sergio Massa y algún representante del villarruelista Guillermo Moreno, aunque no con el sello de su partido. O mismo, podrían presentar su lista a parte, como «colectora» del peronismo, pero con candidatos y candidatas propios.

Afuera o adentro, la misión de Juan Grabois (y a la que conduce a Patria Grande), es la de contener la fuga de votos y lealtades que el peronismo viene perdiendo por sucesivas defraudaciones.

Itaí Hagman -el diputado de Patria Grande que colaboró, durante la gestión de Alberto Fernández, para que entrara la votación del pacto con el FMI– se mostró seguro de tener los votos para ir por fuera e igual meter algún diputado. Creer o reventar. Por otro lado, ¿podría ocurrir que la amenaza de ruptura melle sobre Axel Kicillof, Máximo Kirchner y Sergio Massa? ¿Con qué puesto se conformaría Juan Grabois? Quien afirma ser el primero en las encuestas bonaerenses… (ese arte de adivinatorio ultra-operado y sujeto a los humores de un electorado que ya ni ir a votar quiere).

Esto último es una de las cosas que más preocupa tanto a Juan Grabois, como a proscripta Cristina Fernández de Kirchner. Es la pérdida de legitimidad de las fuerzas políticas tradicionales, que se expresa en un ausentismo electoral sin presendentes (ni en el 2001). Hay que ver si repunta la participación hacia las elecciones legislativas nacionales, ya que las pruebas electorales han sido en experimentales desdoblamientos que encararon los gobernadores para validar sus gestiones. Aún así, la crisis de representatividad es profunda: y el peronismo es parte y responsable.

Ofelia Fernández fue la que lo expresó con más brutalidad: «La dirigencia de nuestra fuerza política (por el peronismo) no me puede convencer de nada». Hace de caja de resonancia de lo que ocurre por abajo, en sectores jóvenes, pero no solamente.

Aunque seguro no ha terminado de decantar, el permanente argumento del «mal menor» que han levantado elección tras elección, se estrelló contra un Daniel Scioli totalmente fanatizado dentro del gobierno de La Libertad Avanza. Es justo decir que desde el 2015, la izquierda se la veía venir y Nicolás del Caño lo dijo a viva voz. Pero la chicana del voto en blanco no cesa, el peronismo depende fuertemente de ese mito.

Juan Grabois en la red social X la acusó a Myriam Bregman de «mantenerse neutral en el balotaje que podía evitar el gobierno de Javier Milei». La Izquierda nunca fue neutral y en particular la Zurda jamás cedió un centímetro al gatito mimoso; pero además las matemáticas no dan, Milei ganó porque el gobierno del Frente de Todos fue desastroso, incluso con el candidato Sergio Massa como último ministro de Economía. Para clarificar: la suma de votos en blanco e impugnados no alcanzaban a darlo ganador a Massa, como hubiera deseado Juan Grabois. Seguro ayudó mucho más al triunfo de Milei, las listas que le armó el líder del Frente Renovador en la provincia de Buenos Aires.

El peronismo tiene mil y una formas de no hacerse de cargo de sus derrotas. Incluso en la misma acción de gritar y bardear a los suyos, como hacen Juan y Ofelia. Es otra forma de no hacerse cargo, de evitar una reflexión más profunda y estratégica. No solo en el plano electoral, sino muy en especial por su contribución a la decadencia nacional en los últimos años. Los peronistas, incluidos Patria Grande, no quieren romper con el Fondo Monetario Internacional. También ellos nos han sometido a las imposiciones yanquis que hace ya tres gestiones nos ahogan de ajustes e intentos de reformas, y encima ahora con proscripción política. (¡Ni siquiera se la juegan a alzar la voz por la masacre al Pueblo Palestino!).

Esto fue así durante el gobierno del Frente de Todos, con CFK como vicepresidenta y con diputados también de Patria Grande. Porque los presupuestos públicos que venían con recortes en educación, salud y vivienda, los votaron tanto Natalia Zaracho, como Itaí Hagman y Federico Faggioli. Los que confeccionó Martín Guzmán como Sergio Massa. ¿Cómo podía salir bien eso? El gobierno de Alberto fue otra gran defraudación.

Por eso, aunque vayan por fuera o por dentro, si renuevan bancas o entra por primera vez Juan Grabois al Congreso, nada garantiza que vayan a hacer algo distinto. Dentro de una fuerza política tradicional aliada las fuerzas de los capitalistas, como es el peronismo, no se puede lograr ninguna renovación. Son múltiples los lazos que unen al empresariado nacional con los capitalistas extranjeros; es muy profunda la corrupción del propio sistema representativo, con funcionarios que cobran millones para estar al servicio de los ricos y poderosos. La única fuerza política que denuncia esto y dona sus sueldos de diputados, es la Izquierda. Hay salida y renovación de la política, pero es por el lado una alternativa política independiente del pueblo trabajador, hay que construírla.

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Lo nuevo se gesta en las calles, en la resistencia de los trabajadores y trabajadoras, de los jóvenes y jubilados y jubiladas: esas son las fuerzas sociales capaces de enfrentar al gobierno de Javier Milei y al FMI. Quienes ya han mellado las puertas del Congreso de la Nación. Junto a las resistencias está la Izquierda. Patria Grande, si aparece, es muy de vez en cuando: su apuesta no está en la unidad creciente de las luchas. Esas que hicieron mucho más por dar respuesta a las demandas del pueblo, que cualquier rosca electoral. El Frente de Izquierda Unidad apuesta a la lucha extra-parlamentaria (en las calles) y usa sus bancas para que entre esa fuerza adentro de los recintos.

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