La frase pertenece a Luis Moreno Ocampo, ex fiscal jefe de la Corte Penal Internacional de La Haya entre 2003 y 2012, y en 1985, en la Argentina, fue fiscal adjunto en el Juicio a las juntas: «Si Benjamín Netanyahu viene a la Argentina, lo va a esperar algún juez que ordene su arresto». Se refiere al pedido de captura del primer ministro de Israel, ordenada por la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra y delitos de lesa humanidad.
La Corte Penal Internacional no dice la palabra clave: genocidio, porque es un concepto complicado, difícil de probar, y porque es una palabra que sale muy fácilmente cuando se trata de líderes «enemigos» y muy difícilmente cuando son países aliados de Occidente. Sin embargo, Netanyahu es responsable claramente de un genocidio que todo el mundo está viendo en directo.
Este fin de semana se viralizaron dos videos de Hamas, donde aparecen dos rehenes israelíes, con claros signos de desnutrición. Uno de ellos, de 22 años, dice en ese video que no se puede levantar del colchón porque no tiene fuerzas para nada, el otro, de 24 años, aparece en un túnel cavando lo que dice ser su propia tumba. Ambos aparecen esqueléticos, tanto como los niños, mujeres y ancianos palestinos que ya nos hemos acostumbrado a ver en los últimos días. Los videos terminan con una leyenda que dice: «Solo un alto el fuego puede devolverlos con vida».
El mensaje de Hamas es claro: si Israel está usando el hambre como arma de guerra para exterminar a la población civil palestina, eso afectará también a los rehenes israelíes que están en cautiverio. La estrategia también es clara: generar terror e indignación al mismo tiempo en la ciudadanía israelí. Y los resultados se vieron rápidamente, porque el sábado hubo una marcha multitudinaria en Tel Aviv. Según los organizadores, entre ellos las familias de los rehenes, hubo 60 mil personas exigiéndole al gobierno de Netanyahu que negocie con Hamas un alto el fuego para poder rescatar a los rehenes y terminar la guerra.
Hay que decir que, a dos meses de cumplirse dos años del ataque terrorista, todavía quedan más de 50 rehenes en poder de Hamas. Quiere decir que todas las bombas, la invasión terrestre, la hambruna, no sirvió para nada. Netanyahu empezó la ofensiva militar contra Gaza prometiendo sacar el gobierno de la Franja, rescatar a todos los rehenes y destruir a Hamas. Ninguno de esos objetivos los logró. Hamas sigue firme al frente de Gaza y los únicos rehenes que sí volvieron a Israel fueron liberados por medio de negociaciones. Por eso, cada vez más israelíes le exigen a su gobierno un cambio de estrategia.
La semana pasada cinco rectores de universidades israelíes le exigieron a Netanyahu también un cambio de actitud y el fin de lo que él llama «guerra». Fueron los rectores de la Universidad de Tel Aviv, la Universidad Hebrea de Jerusalén, la Universidad Abierta de Israel, el Instituto Tecnológico de Israel y el Instituto de Ciencias Waizmann.
En nuestro país, el Llamamiento Argentino Judío también se sumó a la acusación contra Netanyahu como genocida. Es de esperar entonces que, en setiembre, si se mantiene el sueño de Javier Milei de recibir a su amigo Netanyahu, éste sea recibido no sólo con pedidos judiciales de prisión, sino también por un clamor popular en su contra, de judíos y no judíos. Porque, lo decimos una vez más, esto no tiene nada que ver ni con el pueblo judío, ni con el antisemitismo. Tiene que ver con la política de exterminio de un gobierno neofascista, apoyado por otros gobernantes de la misma calaña, cada vez menos, eso sí.