José Manuel Albares. / Belga – Europa Press
Construir un hospital da votos, la política exterior no los da y por eso los políticos ignorantes la descuidan, al igual que hacen los países pequeños conscientes de su escasa influencia en la escena internacional. A mí me preocupa que no siendo España un país ignorante ni pequeño, esté malgastando su capital en política exterior a pesar de las declaraciones del señor ministro de Asuntos Exteriores de que “España está en el momento de mayor peso de su historia”. Lo dijo muy serio y al parecer muy en serio a pesar de que por desgracia no es eso lo que nos muestra nuestro día a día.
En su descargo hay que reconocer que desde la crisis financiera de 2008, el raca-raca catalán, los estragos de la pandemia y los de la corrupción, mucha de nuestra energía se ha concentrado en la política doméstica y en mantener en pie a un gobierno que hace mucho que dejó de gobernar y que ni siquiera intenta presentar un presupuesto como exige la Constitución. Esta misma semana ha tenido que postergar hasta septiembre varias leyes para evitar derrotas parlamentarias. Llevamos años mirándonos el ombligo y eso nos impide atender a lo que ocurre alrededor, mientras el orden geopolítico que inauguraron los vencedores de la 2GM salta por los aires bajo el empuje concertado de Xi, Putin y ¡quien lo iba a decir! del mismo Trump. Las guerras de Ucrania, Gaza o Irán son la consecuencia más visible del desprecio por el Derecho Internacional, del regreso de la fuerza para resolver los problemas, y del renacimiento de las esferas de influencia que pretenden un nuevo reparto -esta vez ya no de Europa sino del mundo- entre los nuevos hombres fuertes que han sucedido a los Churchill, Stalin y Roosevelt de antaño.
Tras el Brexit España es la cuarta economía de la Eurozona, uno de sus países más grandes, poblados y con mayor PIB y sin embargo estamos ausentes de muchos foros en los que se toman las grandes decisiones y se diseña el futuro. Nos falta músculo para estar en el G-7 pero no debería faltarlo para participar con Francia, Alemania e Italia en el puente de mando europeo. Y ahí no estamos, mientras circunstancialmente se cuelan otros como Polonia o Países Bajos. Y cuando Francia y Alemania se acercan al Reino Unido para hablar de cosas serias como la Defensa y el arma nuclear, lanzan sondas a Italia y a Polonia pero no a España. ¡Cómo iban a hacerlo con el país que menos gasta porcentualmente en Defensa de toda la OTAN! Un general me decía el otro día que todas nuestras Fuerzas Armadas “cabrían en el Estadio Santiago Bernabéu y sobrarían asientos”.
Cuando uno no está presente en las mesas en las que se toman decisiones que le afectan acaba formando parte del menú, que es algo muy poco apetecible. Pero eso al señor Albares no parece preocuparle, él sigue con su raca-raca particular intentando que se acepte el uso del catalán en Europa (pagando lo que haga falta con nuestros impuestos) sin lograr progresos y comenzando a irritar a nuestros socios porque distrae de otros asuntos mucho más importantes… y porque abriría la puerta a un guirigay con los muchos idiomas locales que se conviven en la vieja Europa. Albares confiesa que ese es su principal objetivo en Bruselas. No comment!
Hace falta mucho descuido e inexperiencia para en los últimos meses haber conseguido abrir contenciosos -o no ser capaces de verlos venir y frenarlos a tiempo- con Argentina (desprecios a Milei), Venezuela (andanzas de ZP), México (estupideces de Sheinbaum), Israel (reconocimiento de Palestina y merecidas críticas a sus matanzas), Argelia (el nunca explicado cambio de postura sobre el Sahara), la OTAN (por negarnos en solitario y públicamente -por razones de política interna- al 5% como si los demás países no tuvieran Estado de bienestar y fueran a cumplir con ese objetivo irreal), y con EEUU también por confiar a Huawei la custodia de datos del ministerio del Interior.
Huawei tiene vínculos estrechos con el Partido Comunista Chino y Washington considera dejar de pasarnos información sensible por temor a que acabe donde no debe, lo que puede tener consecuencias en la lucha antiterrorista. Frente a ese panorama es magro consuelo la visita de Pedro Sánchez esta semana a sus amigos americanos “progresistas” Petro, Boric, Lula y Orsi. No es ese el lugar de España.