José María Guelbenzu

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Tener la sensación de fin de curso es una plenitud. Este era el comienzo del artículo que pensaba escribir y ha acabado siendo el arranque del que estoy escribiendo, que ahora es otro artículo. Porque, entre medias, me entero de la muerte de José María Guelbenzu justo el mismo día en que se emite, en la web de RTVE, mi ‘podcast’ sobre ‘El mercurio’, su novela legendaria, una de las fundamentales de la experimentación en los sesenta. Ese punto de giro cambia todo el artículo, cambia mi enfoque en él: de pronto ya no estoy en el presente, en esta sensación de comenzar el verano, de haber acabado un buen curso de trabajo apasionado y serio, de estar ahora con mi hijo y toda mi familia y poder celebrarlo. Porque me voy de pronto a 1968, el año de amor y furia bajo los adoquines parisinos de mayo, para asistir a la publicación, en España, de una novela que podía cambiarlo todo, porque quería salir del costumbrismo patrio y de esa tiranía del realismo, con una nueva estructura narrativa, coral y con tensión eléctrica de lenguaje y registros, que en parte se puede emparentar con Borges y Cortázar, con Joyce y con Kafka. Estamos además ante la primera novela de un joven escritor, José María Guelbenzu, que entonces tiene 24 años y ahora mismo acaba de morir, con 81, mientras se publicaba el ‘podcast’ que no escuchará.

Más allá del día y de la coincidencia, pienso en aquel muchacho y sus primeras críticas cinematográficas en ‘Signos’. Cuánta fuerza tiene el autor joven, pero cuánta hace falta para continuar. Sísifo no es nadie comparado con un escritor que se empeñe en empujar la piedra de cada nuevo libro, siempre por la pendiente monte arriba. Hace dos semanas, mientras escribía el guion del ‘podcast’, llamé a Salvador Clotas, al recordar que formó parte del jurado de aquel Premio Biblioteca Breve, y hablamos de ‘El mercurio’. Rostros ya borrosos: ese año gana Carlos Fuentes, pero ‘El mercurio’ queda como apuesta española por la modernidad. Y habrá muchos más títulos: ‘El río de la luna’ (1981, Premio de la Crítica), ‘La tierra prometida’ (1991, Premio Plaza & Janés) o ‘Los poderosos lo quieren todo’ (2016, Premio de la Crítica de Madrid), entre otras, y su serie negra con la juez Mariana de Arco. Cuando Mercedes Monmany, César Antonio Molina y otros buenos amigos me invitaron a su tertulia, me encontré con José María Guelbenzu. Allí se le quería mucho y bien. Lo veo ahora al otro lado de la mesa y recuerdo mi sensación: un hombre, un escritor, es una isla dentro de su obra. Hay también espejismos, con momentos quizá centellantes: ese brillo del sol sobre tu frente y en tus hombros mojados. Seguimos monte arriba, pero hoy nos detenemos para honrar la memoria de un gran escritor.

*Escritor

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