Aseguran que, el vino argentino no puede resignar su esencia por modas pasajeras

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En diálogo con Canal E, el enólogo y especialista José Luis Belluscio analizó la transformación del vino argentino desde los años 90 hasta hoy y remarcó que algunas tendencias actuales podrían afectar su identidad y calidad.

De los toneles de roble a la reconversión vitivinícola

Hasta los años 90, Argentina producía vinos muy oxidados, envejecidos en grandes toneles de roble”, explicó el entrevistado, quien subrayó que esos vinos, aunque tradicionales, no eran aceptados en los mercados internacionales. La revolución comenzó con la llegada de expertos internacionales y una fuerte reconversión tecnológica: “Aprendimos a elaborar vino para venderle al mundo y eso cambió todo”, sentenció.

Desde entonces, se empezó a dar más importancia al viñedo, a la calidad de la uva y a los tiempos de cosecha: “El vino nace desde el viñedo. Hoy se cuidan mucho más los detalles”, dijo. También se incorporó el concepto de madurez, pero en exceso: “Se buscaba una sobremadurez que hacía vinos gorditos, densos en boca y difíciles de consumir jóvenes”.

Sin embargo, no siempre la sobre madurez garantizó longevidad ni calidad, y por eso, a partir de 2002-2003, se buscó equilibrio: “Empezamos a entender que necesitábamos balance entre la madurez y la cantidad de alcohol”, lo que permitió el desarrollo de vinos de alta gama con buena guarda.

Riesgos del desalcoholizado y el cambio de paradigma

Consultado sobre el consumo actual, Belluscio señaló un cambio de paradigma, pero fue crítico: “Hoy algunos hablan de vinos frescos, con acidez marcada, pero eso no es lo que busca el consumidor argentino”. En su opinión, esa frescura, que responde al paladar europeo, implica “cosechas más tempranas, menos alcohol y menor concentración”, lo que atenta contra las características del vino argentino.

El consumidor nos reconoce por vinos con color intenso, sabores definidos y buena crianza”, advirtió, y lamentó que esas cualidades se estén perdiendo por seguir modas externas. También criticó la tendencia a desalcoholizar los vinos: “Desestructurás tanto el vino que no aparece más. Para mí, es una barbaridad”, afirmó.

Además, recordó que la ley 14.878 de 1959 exige fermentación natural y prohíbe técnicas que reduzcan el alcohol artificialmente, lo que pone en jaque la legalidad de algunas prácticas recientes.

Finalmente, Belluscio reflexionó sobre el futuro: “Entre 2002 y 2017 logramos equilibrio y vinos que podían guardarse más de 10 años. Hoy corremos el riesgo de perder todo eso”, advirtió. Y concluyó: “El vino argentino no puede resignar su esencia por modas pasajeras”.

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