Hay frases que se te graban como si alguien las hubiera tallado adentro. Frases que no solo recordás, sino que volvés a escuchar, una y otra vez, décadas después, como si el tiempo no pasara.
No importa si la voz fue dulce o severa. A veces fue una advertencia. A veces, una sentencia. Pero muchas veces, sin que lo supieran, nuestros padres sembraron ideas que se convirtieron en brújulas… o en cadenas.
“Mientras vivas en esta casa…”
Una frase que venía con reglas, con techos, con paredes.
Para algunos fue refugio. Para otros, encierro. Pero todos aprendimos que había límites, y que la pertenencia no siempre era incondicional.
“Porque lo digo yo, y punto”
¿Autoridad o silencio impuesto?
Algunos la repiten con sus hijos sin darse cuenta. Otros la tienen atragantada desde los cinco años. ¿Cuántas veces necesitamos explicaciones y recibimos solo poder?
“Vos podés más que eso”
Una frase que nos empujó, nos desafió, nos sostuvo.
Dicha con amor, fue el motor. Dicha con exigencia, fue presión. Hoy, como adultos, muchos aún confunden valor con rendimiento.
“¿Y si te pasa algo?”
El miedo disfrazado de cuidado.
La sobreprotección muchas veces venía envuelta en amor, pero enseñó a temerle al mundo más que a confiar en él.
“Estoy orgulloso/a de vos”
Para algunos, una frase que nunca llegó. Para otros, un momento inolvidable. A veces nos llevó toda una vida entender que no se trataba de merecerlo, sino de que nos lo dijeran igual.
“Eso no se dice / no se hace / no se toca”
El ABC de la represión. Lo prohibido. Lo que no se explica pero se censura. Muchos crecimos con reglas que nadie explicaba pero todos temían romper.
“¿Querés que llore yo ahora?”
La inversión emocional. Los padres que no podían vernos tristes sin sentirse culpables o desbordados. Entonces, convertían nuestra emoción en un problema propio.
“Siempre vas a tener este hogar”
Y esa sí. Esa fue abrigo. Esa fue promesa. Esa fue la frase que todavía calma cuando el mundo tiembla.
¿Por qué nos marcaron tanto?
- Porque venían de personas que, para nosotros, eran todo.
- Porque no teníamos filtros.
- Porque eran momentos clave.
- Porque la infancia no olvida quién la nombró.
Y aunque muchas veces esas frases nos dolieron, también es cierto que de adultos podemos resignificarlas. Podemos hablarlas, escribirlas, repetirlas o romperlas. Podemos elegir qué dejamos entrar y qué soltamos.
¿Y vos? ¿Qué frase nunca olvidaste de tus padres?
