El diablo cojuelo en la ruta de las Ventas

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Luis Vélez de Guevara (1579-1644), dramaturgo y poeta del Siglo de Oro natural de Écija, fue autor de cuatrocientas comedias, de las que se conservan una cuarta parte. Llegó a rivalizar con el propio Lope de Vega y Calderón de la Barca por el cetro del teatro español, y fue elogiado por autores de la talla de Cervantes, Quevedo o el mismo Lope de Vega. Sin embargo, Vélez de Guevara es conocido sobre todo por su única obra en prosa, El diablo cojuelo, publicada en 1641. De lenguaje oscuro en ciertas ocasiones, debido a su estilo rebuscado y culto, cuenta la historia de un estudiante, don Cleofás, que, huyendo de la justicia, entra en una buhardilla de un astrólogo y allí libera a un diablo encerrado en una redoma, quien en agradecimiento comienza levantando los tejados de Madrid y enseñándole todas las miserias, trapacerías y engaños de sus habitantes. La obra se halla dividida en diez trancos, para simbolizar los saltos que realizan los dos protagonistas de un lugar a otro y ofrecer al lector una visión general de la sociedad de la época.

Una parte de esta obra se ocupa del viaje que el diablo Cojuelo y Cleofás hacen de Madrid a Sevilla siguiendo la ruta de Las Ventas o ruta de La Plata, pasando por Córdoba. Llevo tiempo indagando el recorrido de este histórico camino en documentos antiguos, comenzando por el Repertorio de todos los caminos de España, editado en Medina del Campo en el año 1546, un siglo antes de la publicación del El Diablo Cojuelo. Se trata de la primera relación de caminos aparecida en España, su autor es el valenciano Juan Villuga y constituye el precedente más remoto de las actuales guías de carreteras. A partir de esa fecha y durante los dos siglos siguientes, se publicaron varios catálogos de caminos que reproducen, con pequeñas variantes, el repertorio de Villuga, y en todos se incluye la conocida como ruta de Las Ventas, el camino más directo que unía Córdoba con Madrid hasta que la construcción del camino a Andalucía por Despeñaperros en la segunda mitad del siglo XVIII le asestara un golpe mortal, reduciéndolo a un simple camino de arrieros difícilmente identificable sobre el terreno.

Por orden de Enrique III

La peculiar denominación de esta ruta se debe a las muchas ventas que se hallaban en su trazado, tal como aparece confirmado en la carta que redactó el rey Enrique III el 17 de enero de 1397, por la cual, y accediendo a deseos del Cabildo cordobés, dispuso que no pagasen tributo alguno doce venteros que habían determinado poner en los caminos que desde Córdoba conducían a Almodóvar del Campo y Villa Real (Ciudad Real), para que estuviesen poblados y encontrasen utensilios los pasajeros. Desde Córdoba, la ruta continuaba por Alcolea y Adamuz y ascendía hasta Conquista, cruzaba el río Guadalmez y continuaba por el puerto de La Coja a salir a Almodóvar del Campo y por el puerto de Caracuel, a Ciudad Real, para llegar a Toledo y finalizar en Madrid. Gracias a la bibliografía, a la cartografía, y especialmente a las antiguas guías de caminos elaboradas entre los siglos XVI y XVIII, podemos conocer hoy su exacto trazado. Tenemos la suerte, además, de que su recorrido coincide con diversas vías pecuarias que se van sucediendo a la par que los términos municipales que atraviesa, porque aparte de servir para el tránsito de personas y mercancías, el camino de La Plata tuvo una importante función al servicio de la ganadería trashumante española.

Dehesa repleta de gamones. / J. Aumente

Pero volvamos a la novela de Vélez de Guevara. En el tranco quinto, el Diablo Cojuelo le dice a su acompañante: «Vamos, y sígueme por ella, don Cleofás; que hemos de ir a comer a la venta de Darazután, que es en Sierra Morena, veintidós o veintitrés leguas de aquí». Esta venta, también conocida como «la venta de Enmedio», está en realidad en los montes de Toledo, y por ella – al igual que por la venta de la Zarzuela y la de Las Guadalerzas- pasamos en abril de 2008 con más de 300 alumnos del instituto Séneca cuando organizamos la ruta Séneca Quixote, en la que unimos caminando las poblaciones de Ciudad Real y Toledo a través de este histórico camino. En la venta de Darazután se desarrolla la pelea con los extranjeros, que termina enviando «al inglés de cabeza en una caldera de agua hirviendo que tenían para pelar un puerco en casa de un labrador de Adamuz» y donde tropiezan con «una compañía de representantes que pasaban de Córdoba a la Corte» y cuyo apuntador «sacó de una alforja los (papeles) de una comedia de Claramonte, que había acabado de copiar en Adamuz el tiempo que estuvieron allí».

Citas a Adamuz

Llaman la atención las numerosas citas que en dicha obra se hacen de este pueblo de la sierra de Córdoba, pero no hay que perder de vista que la ruta de Las Ventas surcaba el término de Adamuz de suroeste a nordeste, llegando a atravesar por entre las casas del mismo pueblo, que ofrecía cobijo a los viajeros en sus mesones y posadas.

El tranco VI comienza así: «En este tiempo, nuestros caminantes, tragando leguas de aire, como si fueran camaleones de alquiler, habían pasado a Adamuz, del gran Marqués del Carpio…», y luego continúa: «…habiéndose sorbido los siete vados y las ventas de Alcolea, se pusieron a vista de Córdoba por su fertilísima campiña y por sus celebradas dehesas gamonosas, donde nacen y pacen tanto brutos». En el itinerario de Pedro Pontón, del año 1727, se sitúa la venta de Malabrigo entre Adamuz y Alcolea, que debe identificarse con La Ventilla, un cortijo localizado al noroeste del término de Villafranca, donde se aprecia la estructura y el sabor de las ventas antiguas, lugar donde los viajeros encontraban descanso y refugio tras una agotadora jornada de viaje. Se puede acceder desde Villafranca por la conocida como vereda de La Ventilla, una ancha pista que tras atravesar por túnel la línea del AVE y el puerto de los Riscos conecta con el cordel de Villanueva, vía pecuaria coincidente con el camino de Las Ventas en este tramo.

El paisaje que rodea el cortijo de La Ventilla es muy agradable: un ancho valle, por donde discurre un tranquilo arroyo cuyas aguas son represadas en un par de ocasiones, para abrevadero de un nutrido rebaño de blancas vacas; y cuya imagen en primavera, pastando sobre el verde fondo del valle, nos regala un bucólico panorama, quizás no muy diferente al que contemplara Vélez de Guevara casi cuatro siglos atrás.

Dehesas gamonosas

Desde La Ventilla a Alcolea la ruta ofrece muy buenas vistas del embalse de San Rafael de Navallana, y hay que atravesar varios cercados ganaderos dedicados a explotaciones de vacuno, donde abundan los gamones, esos tallos esbeltos, ramificados en el extremo con abundantes flores blancas, conocidos también con la denominación de varas de San José. Según el Diccionario de la Lengua Española, «gamonoso» significa «abundante en gamones», y Vélez de Guevara utiliza este término al referirse a las dehesas cercanas a Córdoba queriendo destacar su proverbial feracidad. Dicen que el gamón es a las plantas lo que el cerdo a los animales domésticos: un proveedor nato. De ella se usaba antaño prácticamente todo, desde las flores hasta las raíces, muy ricas en almidón, de tal modo que los tubérculos jóvenes se pueden comer como patatas cocidas.

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