La doctrina Lawson y qué tamaño de déficit de dólares tolera un ministro de economía argentino

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El lunes después de las elecciones legislativas de octubre de 2017 en las que el gobierno de Mauricio Macri obtuvo una victoria, en un despacho del Ministerio de Economía, un memo sostenía que la economía crecería 4% en 2018, se exportarían 100.000 autos adicionales y se llegaría al año de las elecciones presidenciales (2019) aún con la economía creciendo.

En la Jefatura de Gabinete ese mismo día se comenzó a hablar de la “re” de Macri. Hasta el peronismo admitía ese escenario.

Los economistas del ministerio reconocían que había peligros. “Hay riesgos de quedarnos sin financiamiento externo. El endeudamiento es transitorio, pero hay que mirar a Australia, que se sostiene con déficit de cuenta corriente cambiaria. Nosotros también podemos”. Calculaban que la nafta les daba hasta 2019. Finalmente la luz roja del tanque se encendió varios kilómetros antes (unos meses más tarde, en abril de 2018) y Macri siguió de a pie en su mandato. Sin “re”.

La posición macroeconómica de la Argentina a fines de 2017 era débil, por cierto. El déficit de cuenta corriente de la balanza de pagos había llegado a US$31.151 millones. En conversaciones privadas, era recurrente oír de boca de los mismos fondos que tenían bonos de Argentina ridiculizar la estrategia del gobierno de Macri. “¿Cómo el Gobierno piensa pedir prestado en los mercados para financiar el déficit fiscal a lo largo de un año y que no ocurra un ajuste brusco en la cuenta de balanza de pagos?”, se preguntaban en Estados Unidos.

A 24 horas de ganar las legislativas de 2017, Macri dijo que “el país seguirá tomando deuda mientras haya déficit fiscal. Si uno no va a financiar el déficit con inflación, tiene que tomar deuda. El camino central es reducir la pobreza y para ello es bajar la inflación”.

El gobierno tenía lista una serie de reformas que había trabajado durante ese año: simplificar el sistema tributario, cambios en el reparto de los impuestos con las provincias, una modificación en la movilidad jubilatoria, una nueva ley de Mercado de Capitales y otra de Defensa de la Competencia.

Pero el equipo económico sabía que dada la magnitud de los desequilibrios macroeconómicos no había una medida que rápidamente significara la mejora de las cuentas de la economía. “Acá no existe la visión de que esta economía se arregla con un paquete de leyes y listo; más bien hay ventanas de oportunidad, como otorga el triunfo del domingo porque legitima a Macri”, pensaba Sebastián Galiani, entonces viceministro de Economía.

Esta semana el viceministro José Luis Daza dijo, delante de ejecutivos, que el actual déficit externo de 1,5% del PBI es un nivel considerado aceptable por el equipo económico, pero pasar ese umbral para la Argentina significaría un motivo de atención. En 2015 Macri había empezado con un nivel (1,8%), similar al actual de Javier Milei y rápidamente aumentó a 2,7% en 2017.

Justamente un compatriota suyo, Sebastián Edwards, reconocido economista de la UCLA, cuenta en el libro El proyecto Chile el caso de su país (Chile) durante la gestión de los Chicago Boys con Augusto Pinochet y cómo el modelo neoliberal sucumbió ante la reversión de los capitales internacionales pese a contar con equilibrio fiscal y controles de capitales.

Todo había empezado allí en 1978 cuando el Ministerio de Economía y Banco Central chilenos fijaron el tipo de cambio para bajar una inflación anual de casi 60%. Eso hizo que entre ese período y junio de 1982 la inflación excediera cada mes a la inflación internacional generando una sobrevaluación del peso y una suba rápida de los costos en dólares.

“Como resultado, ocurrió un aumento progresivo del déficit de cuenta corriente, que pasó de casi 6% del PBI en 1980 a 8% en 1981 y alcanzó 14% en 1982 […] esos déficits fueron financieros por deuda en dólares de corto plazo de bancos y fondos especulativos. A mediados de 1982 las autoridades chilenas no aguantaron más y el peso se depreció 13%. Fue solo el comienzo de un proceso de devaluaciones recurrentes en el que el peso perdió 70% de su valor durante 30 meses”.

Pero había algo más de fondo. La creencia, quizá no de la misma magnitud que en aquel equipo económico de Macri pero sí la confianza de que había una ventana de oportunidad para financiarse en el mercado. “La noción que un déficit de cuenta corriente muy grande no importa si las cuentas del gobierno están equilibradas se conoció como la Doctrina Lawson, escribió Edwards en relación al ex ministro de Economía británico o Chancellor of the Exchequer Nigel Lawson, que en los ochenta argumentaba que no importaba el aumento de la deuda externa mientras no fuera el sector público el que tomara préstamos en moneda dura. Efectivamente, uno de los argumentos a favor de estos déficits es que pueden financiar la importación de equipos de capital que hagan aumentar la productividad de la economía y el producto potencial. Los que advierten de ese enfoque señalan que hay que tener reservas suficientes para aguantar una reversión de los capitales.

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